Por: Redacción Semanario de Junín PBA.
Los viñedos crecen en toda la provincia, una región impensada para la producción, pero que desde hace años entrega buenas sorpresas. Las razones de un fenómeno que no para de crecer.
Es parte de la movida vitivinicultora de Argentina, que está en franco crecimiento y que en el último tiempo sumó regiones fuera del circuito tradicional cuyano a la producción de uvas con excelentes resultados. Y en este contexto, Junín se sumó a esta movida y ya figura en la lista de producciones del vino bonaerense, que busca ganar un lugar en el competitivo mercado de una de las bebidas más elegidas en todo el mundo.
¿Quién podía imaginar hace poco más de una década que nuestra ciudad se convertiría en una zona productora de vinos de calidad? No era tarea sencilla apostar a la vid en plena zona agrícola ganadera por excelencia y empezar a imaginar trazar el camino que ya desarrollaron provincias como Mendoza, San Juan, Salta, La Rioja, etc.
Sobre todo porque el suelo, pero especialmente el clima, hacían inimaginable que pudieran desarrollarse viñedos en nuestra zona, al igual que en la provincia de Buenos Aires, pero lo cierto es que, gracias al estudio, el desarrollo y la experiencia de expertos, la frontera vitivinícola se amplió y a los tradicionales territorios se sumó con fuerza Buenos Aires, y entre sus distritos, Junín, Campana, Balcarce ya aparecen como sitios privilegiados y con desarrollos consolidados. Así lo demuestran los proyectos y las inversiones en marcha como también las hectáreas dedicadas a la producción de vinos.
La provincia tenía antecedentes respecto del vino, al menos así consta en registros periodísticos y libros aportados por el historiador Felipe Pigna, que hablan de la presencia de viñedos entre los años 1875 y 1910 en Quilmes, Escobar y Carmen de Patagones.
Aunque uno de los puntales para su desarrollo también fue el final de una proscripción histórica en el año 20000 de la Ley 12.137, que promovía la creación de la Junta Reguladora del Vino y la prohibición de producir en distintas provincias, entre ellas, Buenos Aires, para potenciar a Cuyo. Con este cambio, arribaron proyectos que recuperaron antiguas chacras, muchas de ellas implantadas por inmigrantes, pero también se estudiaron suelos y terroirs para dar vida a otros varietales.
Lo cierto es que hoy, existe una realidad insoslayable y es la que demuestra la expansión de esta producción en territorio bonaerense, generando una oportunidad de negocio. Es un sector en crecimiento que además involucra otros aspectos como el turismo, que le abren la puerta a la ruta del vino regional.
Si bien las inversiones son altas, otro aspecto relevante sobre esta realidad tiene que ver con el cambio climático. En la zona de Cuyo se viene reduciendo la amplitud térmica lo cual hace que se acorte el proceso del cultivo. Debido a ello es que los productores buscaron nuevos lugares y el Sudeste bonaerense, o nuestra zona, son algunos de ellos.
Para dar una magnitud del negocio creciente, en los últimos diez años, la provincia de Buenos Aires triplicó su producción y los recientes datos publicados por el Instituto Nacional de Vitivinicultura revelan que la superficie plantada en suelo bonaerense llega a las 160 hectáreas y que son 52 los proyectos vitivinícolas en marcha, en Chapadmalal, Balcarce, Campana, Junín, Tandil, Saldungaray, Chacabuco y Mar del Plata.
Como parte de esa estrategia de posicionamiento y expansión, a fines de 2022 la Legislatura provincial sancionó la Ley 15.405 de Régimen de Promoción e Incentivo para la Industria Vitivinícola, conocida como ‘Vino Buenos Aires’.
Los vinos bonaerenses son frescos, delicados, elegantes, de cuerpo medio, expresan el varietal, sin tanta carga de alcohol y con una acidez bien marcada
PIONEROS DEL SIGLO XXI
En 2009 comenzó el despegue y el inicio de la etapa moderna de la producción de vino en la provincia. Ese año, Bodega Trapiche arrendó una parte de la estancia Isabel en Chapadmalal, a dos kilómetros del mar, con el objetivo de instalar Costa&Pampa, una bodega experimental para elaborar vinos de influencia oceánica.
Ese proyecto, pensado por el ingeniero agrónomo Marcelo Belmonte y el enólogo Daniel Pi una noche de enero de 2009, se convirtió en una realidad que después de once cosechas lidera la producción de los vinos de la provincia con 70 mil botellas anuales y la proyección de duplicar los números en un par de años.
Como el clima es muy cambiante en la región, el viñedo es un desafío. Lo más difícil es lidiar con la humedad, contra los terruños de Mendoza, que son secos. Y si bien las cotorras no son un problema como en la región cuyana, en la provincia, las gaviotas las reemplazan en el daño.
En Chapadmalal pese a la ausencia de la altura de Mendoza, se aprovecha la cercanía al mar y fue determinante para elaborar uvas blancas como sauvignon blanc, riesling, chardonnay, gewürztraminer y albariño, que fueron las que mejor se adaptaron al clima y al terruño de Chapadmalal. Y solo pinot Noir como representante de las tintas.
Los especialistas aventuran que Buenos Aires será una zona de producción tan importante como el NOA o la Patagonia
LAS ANTÍPODAS
Este año, el viñedo de Junín ubicado en Querandíes y Garibaldi y que cumplió once años desde su instalación de plantas de uvas Malbec y Petit Verdot, logró una vendimia récord y a las plantas originales le sumaron otras de Malbec, Cabernet Franc, Ancellota y Marselan. A este paquete le agregaron en el último tiempo unas 500 plantas de Semillón, las primeras para una producción de vino blanco aunque todavía no generaron uvas por lo que es una apuesta a futuro cercano.
Finca Las Antípodas es uno de los nueve viñedos que integra la ‘Ruta del Vino bonaerense’ y cada fin de semana se puede pasar el día, degustar una rica picada de fiambres regionales y ahondar en el emprendimiento, que cuenta con una guía y charla sobre el emprendimiento. La entrada es gratuita y solo se paga lo que se consume.
En 2020, la Bodega lanzó al mercado local su primer vino elaborado con uvas 100% juninenses. El vino obtenido de la vinificación de estas uvas fue el Field Blend 2018, un tinto obtenido del primer viñedo de la ciudad y único de todo el noroeste bonaerense.
Mariano Tessone, uno de los precursores de este proyecto, explicó que ese vino fue un “corte” de Petit Verdot (75%) y Malbec (25%) que dio “una producción de 600 botellas”.
Fueron cinco años de intentar, esperar, prueba y crecimiento, la gran vendimia, que dio como resultado a este vino pampeano, y que había comenzado en marzo de 2018 entre un grupo de amigos encantados por los proyectos originales, y que luego de tantear una oportunidad de adquirir un viñedo en Mendoza, prefirieron el desafío de intentarlo en Junín. Averiguaron con especialistas y les indicaron que era posible.
Cuando arrancaron, en sus inicios los ayudó la sommelier juninense María Mendizábal y finalmente terminaron con el asesoramiento de Gabriela Celeste, la directora y socia de la empresa Eno-Rolland, la empresa de Michel Rolland, un francés muy conocido en el ambiente del vino y que se dedica al asesoramiento de bodegas y viñedos en todo el mundo.
Cuando le indicaron que su intención era hacer un vino en plena pampa húmeda, les dijo que estaban locos, pero que al menos iban a lograr un muy buen vino rosado.
Hoy, desde las Antípodas ‘los locos’ ya pusieron en el mercado vinos de uvas Malbec, Cabernet Franc, Ancellota y Marselan. A este paquete le agregaron en el último tiempo unas 500 plantas de Semillón.
Gamboa, en Campana y de la mano del profesor Gerardo Pereira también crece: Recibió un reconocimiento por la calidad de su Pinot Noir 2022
MI PROPIO VINO
Cerca de Junín y a solo 70 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires se encuentra Bodega Gamboa, en Campana, una bodega que cuenta con un restaurante comandado por el chef irlandés Edward Holloway y que sirve de excusa para acompañar las comidas con los vinos elaborados bajo la dirección de Gabriela Celeste y el profesor y enólogo juninense Gerardo Pereira, que ya tienen dos cosechas embotelladas. La producción es de 3 mil botellas al año con el objetivo de llegar en dos años a las 10 mil.
Gamboa cuenta con seis hectáreas plantadas de Malbec, cabernet franc y pinot Noir (ya elaborados), y chardonnay, Petit verdot, cabernet sauvignon, sauvignon blanc y marselán que aún esperan llegar a la botella. Y Pereira, antes de llegar a Gamboa, había elaborado su primer vino 100% propio: un Petit Verdot, en Las Antípodas de Junín.
Ahora, con su proyecto en expansión en Campana, planea construir el edificio de la bodega, ya que hoy elaboran los vinos en un galpón. La novedad, y otro punto fuerte es el proyecto Mi Finca, donde el socio puede adquirir su propia parcela, un rectángulo de 50 plantas; con esa uva puede hacer su propio vino, que son 150 botellas al año, tener su barrica y diseñar su etiqueta personalizada; además de participar de las actividades que hay en el viñedo.
En Gamboa, elaboraron primero un Pinot Noir, luego un Malbec y un Cabernet Franc; también un rosadito, que sirvió de base para hacer un vermut propio.
Su Pinot Noir 2022, fue destacado con 94 puntos por el renombrado crítico de vinos Tim Atkin, marcando un hito en los vinos de la provincia de Buenos Aires.
“Buscamos que lo vivan como propio, que puedan ir todas las semanas a visitarlo, ver sus plantas, a caminar entre las viñas, pasar el día. Cuando se construya la bodega nueva una parte será solo para socios, para que puedan dejar sus vinos e ir a tomarlos allí”, aseguró Pereira.
Las Antípodas de Junín es otro de los emprendimientos que figuran en la ruta del vino bonaerense. Fueron cinco años de intentar, esperar, probar y crecer
EN MERCEDES
Desde 2019, Mercedes organiza una exitosa experiencia en conjunto por la municipalidad, las vinotecas locales y los espacios de cocina, para el deleite de la comunidad y los turistas. Entre las actividades que se suman al menú el vino de la casa es el llamado Paseo por los Viñedos Mercedinos.
Se trata de una visita guiada por los emprendimientos locales, que inicia el sábado 13 de julio en la plaza principal con vehículos propios o en el bus municipal.
Esta propuesta diurna incluye el recorrido por un viñedo incipiente que se está gestando en Nueva Corinema: un sueño productivo recuperado desde los escombros de la fábrica de ladrillos de Altamira.
EN LA SIERRAS DE TANDILIA
A unos cien kilómetros de Chapadmalal se encuentra el campo El Vallecito. Allí, en 2013, nació Bodega Puerta del Abra, emprendimiento familiar de Jorge Perez Companc enfocado en la producción de partidas limitadas vinos de alta gama. En la actualidad elaboran 20 mil litros al año en las 12 hectáreas plantadas con chardonnay, riesling, albariño, pinot Noir, cabernet franc, bonarda y tannat.
La zona ya cuenta desde mediados de 2022 con la Indicación Geográfica (IG) Balcarce otorgada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura.
El campo tiene origen geológico en el sistema serrano de Tandilia, una formación con 2.200 millones de años de antigüedad.
Los estudios de suelo realizados por los expertos franceses en identificación de terruños Lydia y Claude Bourguignon encontraron similitudes con los de Champagne, en Francia.
Otra característica del lugar es el viento, de alta intensidad, que desafía a los agrónomos y sirve para secar el ambiente en un clima con precipitaciones abundantes, convirtiéndose en un factor sanitario de las plantas.
Delfina Pontaroli es la enóloga de la bodega desde sus comienzos y el equipo fijo está formado por gente de Balcarce mayormente y la mano de obra de refuerzo en tareas puntuales como poda, desbrote y cosecha, con jóvenes que viven en Balcarce y estudiantes de agronomía de la UNMdP que quieren hacer la experiencia”.
También reconoce cómo cambia la vid a medida que crece y cómo “cuando uno cree que ya conoce todos los factores intervinientes y cómo manejarlos, siempre aparece uno nuevo que nos obliga a rearmar estrategias”.
Sobre el crecimiento y potencial de la provincia, afirma: “Buenos Aires va a establecerse como una zona más de producción de vinos fuera de Cuyo, tan importante como el NOA o la Patagonia. Como bodega pionera estamos posicionando esta zona emergente”.
LAS CUATRO REGIONES
El Sommelier José Iuliano, que trabajó en el restaurante Mirazur de Mauro Colagreco en Francia y en Chila, reconoce que “lo primero que hay que remarcar entre los vinos de la provincia, es la diversidad. Ya se pueden establecer cuatro regiones diferenciadas: la del primer cordón atlántico, Chapadmalal y Berisso; el segundo cordón costero, Balcarce y Médanos; el tercero es muy extenso y son los vinos de llanura de Tandil, Campana, Chacabuco, Junín y Uribelarrea con la particularidad que están lejos del mar y con altitud cero. Y el cuarto es el vino de la sierra, en Saldungaray.
Los vinos bonaerenses son frescos, delicados, elegantes, de cuerpo medio, expresan el varietal, sin tanta carga de alcohol y con una acidez bien marcada. Con paisajes de mar, de sierra, de llanura, con productores grandes, medianos y artesanales, en la inmensidad de la provincia y también en Junín y la región se está escribiendo un nuevo capítulo en la historia del vino argentino.